Cada inicio de año, muchas personas recurren a las cabañuelas para saber qué les espera en los próximos meses en cuanto al clima. Se trata de una práctica ancestral que consiste en observar las condiciones meteorológicas de los primeros 12 días de enero y asignarles un mes correspondiente. Así, el 1 de enero representa a enero, el 2 a febrero, el 3 a marzo, y así sucesivamente. Algunos también hacen las “retornas”, que son lo mismo pero a la inversa, del 13 al 24 de enero.
Pero, ¿de dónde viene esta creencia y qué tan confiable es? Según algunos autores, el origen de las cabañuelas se remonta a la antigua Babilonia, donde se usaba un calendario de 18 meses de 20 días cada uno. Otros afirman que proviene de la fiesta judía de Sucot, también llamada “Fiesta de las Cabañas” o “de los Tabernáculos”, donde se hacían predicciones meteorológicas. También se dice que tiene influencia de las culturas mesoamericanas, como la maya y la azteca, que tenían un sistema similar de medir el tiempo.
Lo cierto es que las cabañuelas se han extendido por varios países de España y América Latina, donde se han adaptado a las condiciones locales y se han mezclado con otros elementos, como la luna, el sol, los astros, los animales y las plantas. Así, se han creado diferentes métodos y variantes para interpretar las señales de la naturaleza y anticipar el comportamiento del clima.
Sin embargo, desde el punto de vista científico, las cabañuelas no tienen ninguna validez ni rigor. Los expertos en meteorología afirman que el clima es un fenómeno complejo y dinámico, que depende de muchos factores y variables, y que no se puede predecir con tanta antelación ni con tanta precisión. Además, el cambio climático ha alterado los patrones estacionales y ha generado eventos extremos e impredecibles, que no se pueden explicar con las cabañuelas.
Entonces, ¿por qué hay gente que sigue creyendo en las cabañuelas? Quizás porque es una forma de mantener una tradición cultural, de sentir una conexión con la naturaleza, de expresar una esperanza o un deseo, o de buscar una explicación a lo que nos rodea. Pero no debemos confundir la fe con la realidad, ni dejar de lado el conocimiento científico. Las cabañuelas pueden ser una curiosidad o una diversión, pero no una herramienta para tomar decisiones importantes o para cuidar el medio ambiente.
Las cabañuelas son un mito, no una realidad. El clima es un asunto serio, que nos afecta a todos y que requiere de nuestra atención y responsabilidad. No podemos dejar nuestro futuro al azar, ni confiar en supersticiones. Debemos informarnos, educarnos y actuar para enfrentar los desafíos que nos plantea el cambio climático. Solo así podremos tener un año nuevo mejor.
¡Feliz 2024! 🎄
Por: Mónica Torroella